El tema central de este Blog es LA FILOSOFÍA DE LA CABAÑA y/o EL REGRESO A LA NATURALEZA o sobre la construcción de un "paradiso perduto" y encontrar un lugar en él. La experiencia de la quietud silenciosa en la contemplación y la conexión entre el corazón y la tierra. La cabaña como objeto y método de pensamiento. Una cabaña para aprender a vivir de nuevo, y como ejemplo de que otras maneras de vivir son posibles sobre la tierra.

lunes, 4 de julio de 2011

Gary Snyder. La práctica de lo salvaje









Gary Snyder nació en San Francisco el 8 de Mayo de 1930 y creció en los estados de Washington y Oregón. En el Reed College Snyder formó parte de un grupo de bohemios entre los que estaban Lew Welch y Philip Whalen. Más tarde se matriculó en un curso de lenguaje asiático de la Universidad de Berkeley, California, donde vivía en una cabaña de madera y paja cerca de la Young Buddihist Association. Con sus ahorros se marchó a Japón para estudiar el Budismo. A su regreso a los Estado Unidos participó en las célebres lecturas de poesía en el "Six Gallery" donde conoció a Kerouac y a los demás componentes de la Beat Generation. En Octubre de 1955 Snyder invitó a Jack Kerouac y John Montgomery a subir a la cima del monte Matterhorn en la Sierra Nevada. Este viaje quedaría inmortalizado en la novela de Kerouac "Los Vagabundos del Dharma", en lo que constituye uno de los episodios más inolvidables de la obra de Kerouac. -"Los bosques producen eso, siempre parecen familiares, perdidos hace tiempo, como el rostro de un pariente muerto hace mucho, como un viejo sueño, como un fragmento de una canción olvidada que se desliza por encima del agua, y más que nada como la dorada eternidad de la infancia pasada o de la madurez pasada con todo el vivir y el morir y la tristeza de hace un millón de años...". " Riprap " , primer libro de poemas de Gary Snyder, fue publicado por Origin Press en 1959 y refleja su experiencia como trabajador en Yosemite como pavimentador de suelo. Otros poemas suyos hablan de los trabajos ocasionales del poeta como vigilante de incendios en el Estado de Washington.








Jack Kerouac y Gary Snyder, vagabundos del Dharma


Aunque Snyder ya no quiere hablar de aquella época, su relación con la generación beat es innegable, e incluso mantuvo una larga amistad con Ginsberg hasta el día de su muerte. Sin embargo, fue su relación con Kerouac la que ha dejado una huella más profunda, al menos a nivel literario. Durante los meses en que se conocieron, a mediados de los años cincuenta, el autor de En el camino esbozó su segunda gran novela, Los vagabundos del Dharma, y una pequeña joya poética, un sutra llamado «The Scripture of the Golden Eternity». Con el tiempo, un Jack Kerouac repleto de contradicciones y alcoholizado acabó por demonizar a Snyder (igual que al resto de sus compañeros de generación) por sus tendencias anarquistas y, supuestamente, comunistas. Por su parte, el poeta zen percibió «alrededor de Jack una vena autodestructiva, un aura de fama y de muerte».
Pocas veces se lee a un poeta sabio, un poeta embarcado en la búsqueda del silencio a través de las palabras, en un mundo en el que todo fluye constantemente, en un mar de prisas, giros inesperados, angustias, relojes, motores en marcha... Una de esas raras ocasiones se produce cuando se abre un libro de Gary Snyder, de quien se acaba de publicar, por primera vez en castellano, una breve antología: Mente salvaje (poemas y ensayos). Los trabajos de uno de los poetas norteamericanos más importantes de las últimas décadas reflejan el momento de la pausa, de la quietud, el instante en el que la mente se vacía, el ego desaparece y lo concreto y puntual se revela como universal. Así son los poemas de Snyder, un veterano de la palabra, heredero de los trascendentalistas Henry David Thoreau y Ralph Waldo Emerson, un zen lunático, un ecofilósofo, uno de los fundadores de los movimientos biorregionales y budistas de Norteamérica, precursor en temas como la reducción del uso del combustible fósil, el reciclaje y, según dicen, un beat, que cargó con esta etiqueta a raíz de su relación con Allen Ginsberg y, sobre todo, con Jack Kerouac, al que inspiró Los vagabundos del Dharma.
A pesar de su indudable influencia sobre Kerouac, Snyder no es beat.«Se puede hablar de mí como amigo de la generación beat en sus primeros tiempos, pero no formo parte de esa generación», aclara el poeta en una entrevista que publicó el periódico El Mundo en diciembre de 1992. Así pues, ¿cómo fue esa relación entre los dos escritores, y por qué aún hoy, cuarenta años después de que se conocieran y treinta después de la muerte de Jack, se sigue relacionando a Gary con el autor de En el camino?
«Le debo mucho a Snyder por sus enseñanzas de Buda. Por estar aquí, a mi lado, y darme la oportunidad de aprender alguna cosa de todo esto. Pero nunca me lo tomé en serio. No. Nunca he pensado en Buda como una parte real de mi religión. Nací católico y es la única cosa que me importa. Jesús es lo único en lo que he estado interesado», le comentó Kerouac a Charles E. Jarvis en el transcurso de unas conversaciones que mantuvieron en Lowell y que dieron pie al libro Visions of Kerouac. Snyder le enseñó al gurú beat técnicas de escalada, algunas ideas básicas acerca del budismo y le transmitió su fascinación por la naturaleza, si bien con un ligero matiz que lo diferencia de Thoreau y compañía: para Snyder, como budista que era, no había diferencia -como enseña “El Sutra del Diamante”- entre seres sensibles y seres no sensibles.
En septiembre de 1955, cuando Allen Ginsberg conoció en Berkeley a Gary, dijo de él en la biografía de Kerouac escrita por Ann Charters: «Está estudiando lenguas orientales y dentro de poco se va a Japón: quiere ser monje zen. Es lacónico, de corazón cálido; está bien, tiene una pequeña barba, es delgado, rubio, va en bicicleta por Berkeley con sus Levi´s, está colgado de los indios ... y escribe bien. Una persona interesante». A Jack, que acababa de llegar de México, Allen le aseguró que Snyder era la única persona a la que realmente valía la pena conocer en la universidad porque poseía una inteligencia «auténtica e iluminada».
Con estas referencias, Kerouac -que había empezado a interesarse por el budismo en 1954, a través de Thoreau- conoció a Gary en octubre de 1955, la noche de la famosa lectura poética en la Six Gallery de San Francisco, en la que Ginsberg leyó por primera vez en público su mítico «Aullido». De inmediato quedó fascinado por la personalidad del poeta que tantas cosas iba a enseñarle acerca de las filosofías orientales, la meditación y la vida en las montañas. Kerouac inmortalizó a Snyder en Los vagabundos del Dharma, una novela que anunciaba, con un toque visionario, los rasgos principales de la generación que estaba a punto de llegar, la de los años sesenta, la de la revolución de las mochilas.

«Todo el mundo vive atrapado en un sistema de trabajo, producción, consumo, trabajo, producción, consumo... Tengo la visión de una gran revolución mochilera, miles y miles, incluso millones de americanos yendo de aquí para allá, vagabundeando con sus mochilas, escalando montañas para rezar, alegrando a los viejos, provocando la felicidad de las jóvenes y las viejas, y todos son lunáticos zen que escriben poemas que brotan de sus cabezas sin razón...» (Los vagabundos..., Barcelona, Anagrama, 1996; trad. de M. Antolín Rato).

Quien así habla en la novela es Japhy Ryder, el alter ego de Gary. Y Ryder-Snyder no hablaba porque sí, ya que su primer «contacto» con Kerouac fue a través del artículo «Jazz of the Beat Generation», publicado en la revistaNew World Writing en la primavera de 1955, que lo impresionó por su prosa espontánea.

Aquel otoño, Kerouac, Ginsberg, Snyder y también el poeta y orientalista Philip Whalen pasaron la mayor parte de su tiempo juntos en San Francisco, “yendo a cenar, escribiendo, charlando, bebiendo y pasándolo bien”, recuerda Whalen –el Warren Coughlin de Los vagabundos- en The Beats, de Ann Charters. Todos sentían una gran atracción por el budismo; de hecho, era su único nexo de unión, si bien entendido de maneras muy diferentes. Para Jack Kerouac, el budismo -una excusa literaria más que otra cosa, ya que jamás renunció a su catolicismo- era lo mismo que decir: no hagas nada. Para Snyder, en cambio, budismo significaba actividad, y siempre reservaba tres momentos al día para sentarse a meditar. Jack admiraba esa dedicación, aunque siempre criticó lo que él llamaba «efectismo intelectual» del Zen. Él era un budista Mahayana, no Zen: «Lo que realmente ha influido en mi trabajo ha sido el budismo Mahayana, el budismo original de Gotama Sakyamuni, el Buda de la India de los antiguos...», afirma Kerouac (Emanuele Bevilacqua, Guía de la generación beat, Barcelona, Península, 1994; trad. de Edgardo Dobry).
En 1956, Jack y Gary compartieron durante unos días una cabaña en la ladera del monte Tamalpais. Fue en ese magnífico lugar donde Jack Kerouac escribió «The Scripture of the Golden Eternity». «Gary Snyder me dijo: muy bien, Kerouac, es hora de que escribas un sutra, que es un discurso, una escritura. El sabía que yo era un Bodisatva y que había vivido 12 millones de años en 12 millones de direcciones ... Al final escribí un sutra en la cabaña ... Lo escribí a lápiz, lo corregí, lo repasé y todo eso porque era una escritura. No tenía derecho a ser espontáneo», leemos en la biografía firmada por Ann Charters.
Kerouac buscaba respuestas y no le importaba encontrarlas en cualquier lugar, aunque sólo la religión católica contaba con su incondicionalidad. El resto eran excusas literarias. “No me importa una mierda ni la mitología ni todos los nombres y vertientes del budismo, sólo me interesa la primera de las cuatro verdades: toda la vida es sufrimiento”, le dijo Jack a Snyder. Pero Kerouac, además de chocar por sus diferentes ideas e intereses budistas, acabó enfrentándose a Gary por otro motivo: el joven poeta zen era un activista político, un ferviente anarquista, una actitud que Jack no compartía en absoluto. Hasta tal punto, que en Desolation Angels escribió que Snyder no pudo reincorporarse a su trabajo como guarda forestal porque lo habían etiquetado de comunista . Gary diría que, a pesar de su encanto y su dulzura, Jack podía comportarse a veces como un borracho maleducado, capaz de herir y ofender a sus amigos más íntimos.
La relación de Jack y Gary fue breve, pero marcó la época más religiosa del escritor de Lowell y dejó una huella imborrable en Los vagabundos del Dharma y en «The Scripture of the Golden Eternity». En mayo de 1956, Gary embarcó hacia Japón para proseguir sus enseñanzas zen en el monasterio rinzai de Daitoku-ji. Kerouac permaneció en Estados Unidos hasta 1969, año de su muerte.

De: www.barcelonareview.com
Imagen: bigbridge.org

Gary Snyder y Jim Harrison en un fotograma de La práctica de lo salvaje, de John J. Healey.



GARY SNYDER SOBRE EL ANARQUISMO ZEN O BUDISTA

Aquellas personas que se interesan por el desarrollo del budismo en los Estados Unidos y por la interacción Oriente-Occidente leerán con interés este texto del poeta Gary Snyder, aparecido hace ya más de cuarenta años. Bajo un título provocador, Gary Snyder introdujo en él las bases de un Budismo Socialmente Comprometido que, después, no ha cesado de influenciar al budismo americano.

El texto fue publicado en 1961 bajo el título “Buddhist Anarchism” (”Anarquismo budista”) en el Journal for the Protection of All Beings (n° 1, City Lights, 1961). Una versión revisada apareció bajo el nuevo título “Buddhism and the Coming revolution” (”El budismo y la revolución venidera”) en una de las obras de Snyder, Earth House Hold (New Directions, 1969): “Siendo problemático el término de anarquismo, algunos años después, he revisado y dado un nuevo título al texto. En los años cincuenta, en San Francisco, entendíamos por anarquismo una filosofía no-violenta de autogestión y comunitarismo. Pero varios acontecimientos, como los atentados de bomba del siglo diecinueve, son atribuidos a los anarquistas. Supongo que siempre ha habido dos corrientes anarquistas, la violenta y la pacifista.”

Una tercera versión titulada “Buddhism and the Possibilities of a Planetary Culture” (”Budismo y las posibilidades de una cultura planetaria”) fue publicada más tarde en varias obras (The Path of Compassion : Writings on Socially Engaged Buddhism, ed. Fred Eppsteiner, Parallax Press, 1985, Deep Ecology, ed. Bill Devall & George Sessions, Peregrine Smith, 1985).

Aquí publicamos la segunda versión de 1969. Reproducido con la amable autorización de Gary Snyder:

Desde un punto de vista budista, la ignorancia que se proyecta en el miedo y el vano apetito impide toda manifestación natural. Históricamente, los filósofos budistas no han sabido analizar hasta qué punto la ignorancia y el sufrimiento eran debidos o favorecidos por factores sociales, considerando el temor y el deseo como hechos intrínsecos a la condición humana. Así, la filosofía budista se interesó principalmente por la teoría del conocimiento y por la psicología en detrimento del estudio de los problemas históricos o sociológicos. Aunque el budismo Mahayana posee una amplia visión de la salvación universal, su realización efectiva se ha concretizado en el desarrollo de sistemas prácticos de meditación para liberar a una minoría de individuos de cuelgues psicológicos y condicionamientos culturales. El budismo institucional ha estado claramente dispuesto a aceptar o a ignorar las desigualdades y las tiranías bajo el sistema político que fuera. Es tal vez la muerte del budismo, puesto que es la muerte de toda forma significativa de compasión. La sabiduría sin compasión no siente dolor.

Hoy en día, ya nadie puede ser inocente o permanecer en la ignorancia de la naturaleza de los gobiernos actuales, de la política y de los órdenes sociales. Los regimenes del mundo moderno mantienen su existencia mediante una avidez y un miedo deliberadamente conservados: extorsiones monstruosas de protección. “El mundo libre” se ha vuelto económicamente dependiente de un sistema increíble de incitación a una avidez que no puede ser colmada, a una sexualidad que no puede ser satisfecha y a un odio que no puede ser expresado salvo contra uno mismo, las personas que se supone que amamos o las aspiraciones revolucionarias de las lamentables sociedades marginales, afectadas por la pobreza, como Cuba o Vietnam. Las condiciones de la guerra fría han transformado todas las sociedades modernas – incluidas las comunistas – en viciosos distorsionadores del verdadero potencial humano. Engendran poblaciones de “preta” – esos fantasmas hambrientos con un apetito de gigante y una garganta no más amplia que una aguja. La tierra, los bosques y toda la vida animal son utilizadas por esos colectivos cancerosos que deshonran el aire y el agua del planeta.

No hay nada en la naturaleza humana o en las condiciones necesarias de las organizaciones sociales humanas que exija en su fondo que una cultura sea contradictoria, represiva y productora de una humanidad violenta y frustrada. Recientes descubrimientos antropológicos y psicológicos lo demuestran de manera cada vez más evidente. Podemos verlo nosotros mismos mediante una correcta percepción de la naturaleza propia o a través de la meditación. Una vez que una persona ha desarrollado esta confianza y esta intuición, esto debe llevarla a un interés real por la necesidad de un cambio social radical mediante una serie de medios que esperamos no sean violentos.

La pobreza gozosa y voluntaria del budismo se convierte en una fuerza positiva. Su tradicional no-violencia y su rechazo a quitar la vida, sea cual sea su forma, tiene implicaciones estremecedoras para las naciones. La práctica de la meditación, que sólo necesita “la tierra bajo los pies”, limpia esos montones de inmundicia que nos han sido vertidos en la mente por los medios de comunicación y las universidades de pacotilla. Creer que la realización tranquila y generosa del deseo natural de amar es posible destroza las ideologías que ciegan, mutilan y reprimen. Esta realización abre la vía a un tipo de comunidad que asombraría a los “moralistas” y que transformaría armadas de hombres que son guerreros feroces por no haber podido ser personas afectuosas.

La filosofía budista del Avatamsaka (Kegon) ve el mundo como una amplia red interconectada en la cual todos los objetos y los seres son necesarios e iluminados. Desde cierto punto de vista, los gobiernos, las guerras y todo lo que consideramos “malo” está, sin duda, dentro de esta globalidad. El halcón, el vuelo en picado y la liebre son uno. Desde el punto de vista “humano”, no podemos vivir en estas condiciones a menos que todos los seres vean con los mismos ojos despiertos. El bodisatva vive según la vida del que sufre, y debe ser útil ayudando a los que sufren.

La revolución social ha sido la misericordia de Occidente; el despertar personal al yo fundamental/vacuidad, la misericordia de Oriente. Necesitamos ambos. Ambos están contenidos en los tres puntos tradicionales de la vía búdica: la sabiduría (prajña), la meditación (dhyâna), y la moralidad (sîla). La sabiduría es el conocimiento intuitivo del espíritu de benevolencia y de claridad que mora bajo las ansiedades y las agresiones que opera el ego. La meditación es ir al fondo del espíritu para ver todo eso por uno mismo – una y otra vez, hasta que se convierte en el lugar en el que uno mora. La moralidad es llevar todo eso a la forma de vivir, mediante la ejemplaridad personal y la acción responsable, en última instancia hacia la verdadera comunidad (la sangha) de “todos los seres”.

Este último aspecto tiene un sentido, para mí, que sustenta toda revolución cultural o económica que se dirige claramente hacia un mundo libre, internacionalizado y sin clases. Significa utilizar medios como la desobediencia civil, la crítica franca, la protesta, el pacifismo, la pobreza voluntara e incluso la violencia suave si se trata de contener a algún reaccionario impetuoso. Significa mantener el espectro de todos los comportamientos individuales no-violentos lo más amplio posible – defendiendo el derecho de los individuos de fumar cannabis, de consumir peyote, de ser polígamo, poliandra o de ser homosexual. Comportamientos y prácticas prohibidas durante largo tiempo por un Occidente judeo-capitalista-cristiano-marxista. Significa respetar la inteligencia y el estudio, pero no bajo su aspecto ávido o como medio para conseguir poder personal. Trabajar bajo la propia responsabilidad, pero querer trabajar en grupo. “Formar la nueva sociedad en la cáscara de la antigua”, fue el eslógan del sindicato Industrial Workers of the World hace cincuenta años.

De todas maneras, las culturas tradicionales están condenadas a desaparecer, y más que acercarse desesperadamente a sus buenos aspectos, deberíamos acordarnos de que cualquier cosa que perteneció o que pertenece a otra cultura puede ser reconstruido por el inconsciente a través de la meditación. De hecho, creo que la revolución venidera volverá a cerrar el círculo y nos volverá a unir de diferentes maneras con los aspectos más creativos de nuestro pasado ancestral. Con un poco de suerte, finalmente podremos llegar a una cultura mundial totalmente integrada que comprenderá una transmisión matrilineal, un casamiento bajo todas sus posibilidades, economía comunista de crédito natural, menos industrias, mucha menos gente y más parques nacionales.

Gary Snyder, 1961, 1969.
Extraido de Alasbarricadas.org 



(...) Fire lookout posts have provided writers with suprisingly successful shedworking atmospheres. Jack Kerouac worked as a fire warden in 1956 6,000ft high on Desolation Peak, North Cascades National Park. Kerouac wrote in the small lookout cabin where he lived (pictured above) and found it useful inspiration for his books The Dharma Bums and Desolation Angels, although his initial reaction in seeing it was that it was too dark and dismal (nor did it have running water, electricity or an inside lavatory). Fire lookout posts in the US also provided a writing home for environmentalist and writer Edward Abbey and indeed a trail to Aztec Peaks in Arizona is named after him. Like Kerouac, he was not entirely bowled over by his temporary office accommodation, describing Atascosa Lookout, also in Arizona, as a flimsy shack held together by paint, wire, nuts and bolts which shuddered in the wind. There's a marvellous book and web site by John Suiter, Poets on the Peaks, which details the experiences of Kerouac, Gary Snyder and Philip Whalen as fire wardens.
Via Been



(...) "M'he passat tota la vida enmig de la naturalesa salvatge o molt aprop d'ella, treballant o explorant, estudiant-la fins i tot quan vivia a ciutat. I malgrat tot, fa uns anys vaig adonar-me que no m'havia convertit en un botànic, un zoòleg o un ornitòleg tan bo com molta gent de camp a la que admiro. Tot recordant en què havia concentrat la meva energia intel·lectual al llarg dels anys, vaig fixar-me en què havia fet dels éssers humans la meva disciplina, en què m'havia convertit en un naturalista de la meva pròpia espècie." (Gary Snyder. The Practice of the Wild)




http://www.youtube.com/watch?v=LWxgF0pvxsE
http://jackkerouac.webcindario.com/amigos.html
http://www.shedworking.co.uk/2007/12/fire-lookout-posts.html
https://laperiodicarevisiondominical.wordpress.com/tag/gary-snyder/
http://foravial.blogspot.com/2011/05/snyder-i-practice-of-blogg.html
http://poetassigloveintiuno.blogspot.com/2010/08/542-gary-snyder.html
http://www.thehouseofblogs.com/articulo/jack_kerouac_y_gary_snyder-368079.html
http://hoosiermuse.com/2010/09/10/high-country-news-gary-snyder-jack-kerouac-and-lookout-tales-in-the-north-cascades/

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